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Impuestos y opresión

Fausto Fernández Ponte

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

 

"Es un hecho que ya ni el PRI defiende el país que él construyó,
 tarea que ha dejado a la izquierda siniestra, que se dice única".
Marco Rascón.

 

La aprobación en la Cámara de Diputados de la propuesta tributaria de Felipe Calderón, el presidente de facto (considerado espurio por millones de sus coterráneos) define la naturaleza de la opresión en la que vivimos los mexicanos. Unos pocos oprimen a los muchos. Leguleyamente, pero sin moral.

    Incluso, la izquierda mexicana formal –dúctil y maleable representación identificada con las opciones de resistir o aguantar el statu quo y ajena a alternativas revolucionarias– se nos ofrece, por evidentes razones crematísticas, como cómplice omiso de esa opresión.

    Antes de proseguir con el tema señálese que la opresión tiene muchas formas y manifestaciones–apariencias, talantes, rostros, facetas, constituciones, lenguajes, prácticas y layas– y modalidades morfológicas y estructurales y superestructurales.

    La opresión es, orgánicamente, represión. El opresor oprime y para ello –oprimir y continuar oprimiendo– reprime. La represión adquiere visos de brutalidad mayor aún que la opresión misma. Por ello, Ignacio del Valle está en huelga de hambre en prisión.

    Por modalidades estructurales entenderíanse aquellas relativas a la estructura de la sociedad, descritas como el conjunto de relaciones internas y estables que articulan los diferentes elementos constitutivos de una totalidad concreta.

    Señálese, a mayor abundamiento, que esas relaciones internas determinan la función de cada elemento constitutivo y contribuyen, según la definición sociológica, a explicar el proceso de cambio de la totalidad o sustitución de ésta por otra, nueva.

    Y subráyese que estas relaciones internas de una totalidad –en el caso, el Estado mexicano y sus elementos consustanciales: el pueblo, el poder político, el territorio y la soberanía– confieren coherencia a la totalidad; le dan el carácter de unidad.

    Mas cuando esa coherencia entra en crisis de descomposición de uno o todos sus elementos consustanciales, como ocurre hoy dramáticamente en México,  aparecen –afirma Roger Bartra– condiciones para el surgimiento de una nueva estructura.

 

II

 

Aplicados esos paradigmas de las ciencias sociales a nuestra realidad ocurrente, obvio es que (1) existen condiciones para el surgimiento de una nueva estructura, pero a la vez, (2) las vanguardias ideológicas subordinan su quehacer a la cultura del poder.

    La cultura del poder en México privilegia la corrupción y desestima el sacrificio como moneda de cambio en los afanes organizados –populares, sin duda– por modificar el statu quo de opresión o sustituirlo radicalmente por otro. Hay confusión.

    Cierto. En las vanguardias ideológicas y políticas –la izquierda– se confunde lo revolucionario con lo contrarrevolucionario. Se piensa que resistir es revolucionario y que la búsqueda avanzada, progresista, de alternativas es lo opuesto al cambio.

    La izquierda preconiza cambios aterciopelados y de rosas, por definición cosméticos, reformistas, perfumados, más no revolucionarios, que modifiquen cualitativamente los términos de las relaciones de producción y las fuerzas productivas  y funde un nuevo orden político.

    Mas no sólo eso, sino que también (3) existe en las vanguardias ideológicas una confusión entre política ideal y política real, siendo las fronteras y los umbrales de cada una el vector insoslayable de la corrupción. Ésta compra  voliciones y albedríos.

    Desde esa perspectiva de las ciencias sociales, resistir los embates de la opresión organizada con fines de poder para saquear, rapiñar y expoliar –v. gr., los impuestos onerosos decretados bajo socaliñas legislativas– se torna fin estratégico falso.

    Y, al ocurrir así ese travestismo, resistir mediatiza –anula– y desvía la energía gremial y societal del descontento y la irritación e impide tomar la iniciativa de los damnificados al luchar contra la opresión. Resistir se vuelve táctica inocua.

 

III

 

Ese saltimbanquismo ocupacional e incluso vocativo –propedeútico– deviene de la composición de la superestructura de la sociedad; es decir, de la cultura. La superestructura cohesiona a la sociedad y la cultura en torno a la base económica.

    Además, el conjunto de instituciones de la superestructura asegura la reproducción óptima de esa base económica, pues tiene los enseres para ello: las concepciones, modos de pensar, actitudes, sentimientos e ideologías que les corresponden, etcétera

    La opresión, no huelga reiterarlo, tiene por atributo añadido el mimetismo, llamado coloquialmente camaleonismo y/o gatopardismo, como peculiaridad epicena –común y general– de los personeros del poder político del Estado mexicano y sus beneficiados.

    Volvamos a la vieja tesis de la "izquierda amaestrada" –se remonta al presidencialado de Adolfo López Mateos, hace ya casi medio siglo–, así denominada porque la vanguardia ideológica aprendió a comer de la mano del poder político del Estado.

    Esos beneficiados –usufructuarios inmediatos y mediatos y recipiendarios de migajas y sinecuras inferidas y reales, conexas e inconexas– viven todos de la largueza y generosidad de los contribuyentes rasos, los mexicanos de a pie, oprimidos por aquéllos.

    A esos mexicanos de a pie –tal vez cien millones– se les decreta pagar más impuestos para sostener ese enorme, pesadísimo, ostentoso y dilapilador andamiaje de parásitos –quizá cinco millones– cuya molicie y poltronería depende de aquellos, los rasos.

    Mas los rasos padecen esa opresión sin tener conciencia de que son poseedores de un enorme poder, el cual, obviamente, no suponen propio: el poder no sólo de decir "¡Ya basta!" de opresión, sino de poner, efectivamente, un "¡hasta aquí!" a los opresores.

 

Glosario

 

López Mateos, Adolfo (1910-69). Presidente de México (1958-64).

    Del Valle, Ignacio: campesino de 53 años, serigrafista, luchador social, defensor de los derechos humanos y fundador del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra. Fue sentenciado a 112 años de prisión por delitos del fuero común imputados y fabricados por los gobiernos del estado de México y federal, por su participación a favor de los habitantes de Atenco agredidos en mayo de 2006 por cuerpos policiacos. Cumple sentencia en el penal de máxima seguridad del Altiplano. La huelga de hambre, iniciada el 15 de octubre, tiene por móvil solidarizarse con otros 12 presos de conciencia, como él, también huelguistas, y para protestar por las condiciones del penal, agresiones físicas, vejaciones, amenazas, castigos injustificados, escamoteo de correspondencia postal y robo de  materiales para dibujar, e incomunicación con sus familiares y abogados, hechos de los que él también es víctima.

    Lecturas recomendadas. Las finanzas populares en México: el descubrimiento de un sistema financiero olvidado, de Catherine Mansell  Carstens. ITAM.




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