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Mujer y embarazo

Ruth Zavaleta Salgado

Construir un Estado democrático no sólo significa brindarse las reglas jurídicas para lograrlo, se requieren políticas de Estado que promuevan los valores de ese Estado democrático, es decir, tiene que ver con la educación y la cultura, pero también con la igualdad, la equidad y la justicia.

El asunto de la mujer y la equidad tiene relación con ello, por eso las políticas de presupuestos en los países desarrollados, con sistemas democráticos, son presupuestos transversales y tienen que ver con atender los asuntos de las mujeres que les impiden recibir los servicios de salud preventiva y desarrollar actividades laborales por falta de guarderías para brindarles seguridad a sus hijos, así como con la promoción de la no violencia y la procuración de justicia en caso de ser violentados sus derechos, pero también tienen relación con el respeto y la inclusión de los derechos humanos de las mujeres en todos los términos y el impulsarlos desde todas las instituciones.

Hablar y analizar el tema de la despenalización del aborto antes de las doce semanas de embarazo es un terreno espinoso donde más de uno busca evadirse o lo toma en plan de bandera para lanzarse a la conquista del poder. Como tema controvertido, muestra muchas aristas: la espiritual, la cultural, la de la política pública, la de la libertad y la de la conciencia. Al igual que en otros temas, la polarización irreductible nos deja sin argumentos para debatir. Reconozcamos que todas las posturas deben entenderse y matizarse para encontrar una solución a éste y otros temas concretos que se derivan del desarrollo de la sociedad y reconozcamos también que en cualquier decisión que se tome alguien estará en desacuerdo.

Dejemos una premisa: ninguna mujer está deseosa y feliz al someter a su cuerpo y su conciencia a una acción desfavorable. Por una parte, una interrupción clandestina implica riesgos de afectaciones a la salud, incluso mortales; por otra, la cultura social y espiritual que tenemos parece convertir a la mujer en la victimaria. Aquella mujer que acude a someterse a intervención para suspender el embarazo hace uso de su libertad y enfrenta la intolerancia del mundo que la rodea. Pero aquella mujer que desea acudir o que ha acudido a hacerlo porque ha sido víctima de una violación tendría no sólo que recibir la comprensión, el afecto y la sensibilidad de la sociedad, sino todas las atenciones que debe brindar un Estado que vela por el respeto y el apego a las reglas y las normas de una sociedad democrática.

No debemos equivocarnos, la conciencia del Estado, su sentido, tiene relación con las leyes establecidas y con la salud pública de sus ciudadanos y la despenalización de la interrupción del embarazo no debe cambiar su escenario de discusión: es un tema de salud pública que el Estado debe atender, le guste o no, porque, al igual que el cáncer o la diabetes, es un motivo de merma en la salud de la población. Es una obligación que el Estado se ocupe de ello y deje que otras instituciones (las iglesias) se ocupen de la salud espiritual —de los suyos— y de los feligreses.

La Iglesia católica, frente al nuevo milenio, tiene muchas deudas con la sociedad porque hace décadas olvidó el discurso de la humildad y la pobreza que Cristo les vino a enseñar; ese credo ha dejado huérfanos a sus feligreses ante una realidad que es. Las imágenes no mienten: sacerdotes ofician misas para narcotraficantes en sus fiestas con el argumento de que también son sus hijos, ¿por qué entonces no son sus hijas las mujeres valientes que afrontan su libertad y son amenazadas de excomunión? El listado de sacerdotes pederastas crece en silencio e incluso con la protección de la Iglesia.

Importan al Estado y sus instituciones todos aquellos daños que tengan los ciudadanos o los que se generen a partir de los actos de gobierno. Esto implica evidentemente también a las omisiones. La libertad de los ciudadanos es indispensable para que el Estado garantice su legitimidad. Una doble moral, una doble visión para evaluar el papel de la mujer y sus derechos conquistados a lo largo de los siglos sólo incrementa más los flagelos de la pobreza y la desigualdad social de nuestro país.

ruthzavaletas@yahoo.com.mx




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