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Reforma política ¿A debate?

Ernesto Ortiz Diego

 

Relanzamiento desde la misma plataforma discursiva, segundo intento de despegue de una Agenda de Cambio que a más de  tres meses de haber sido anunciada nada más no toma vuelo.

 

            ¿Juegos —reformistas— de artificio, carnada para distraer a los medios y a la opinión respecto del (mal) momento por el que atraviesa la administración calderonista o el aterrizaje de al menos una de las tantas reformas prometidas?

 

            De los logros sin precedentes, en su discurso del 29 de noviembre el presidente Calderón pasó a las propuestas monumentales: reforma fiscal a fondo, reforma de segunda generación para la industria petrolera, reforma de las empresas del sector energético, reforma en telecomunicaciones, reforma regulatoria, laboral y política. No se ve cómo ni para cuándo los partidos políticos, a través del Congreso de la Unión, asumieran esta "Agenda de Cambio", entre otras cosas: 1. Porque para hacerlo el presidente Calderón tendría que pasar de las palabras a los hechos: no sólo presentar las respectivas iniciativas sino desplegar una operación política que le permitiera armar consensos mínimos en torno a sus propuestas; 2. Por la cantidad y la complejidad de las materias a reformar; 3. Por la inviabilidad política de las reformas: no sólo porque se trata de grandes reformas para una clase política que luce pequeña sino por el costo político para partidos y facciones que supondría discutir temas que polarizan

 

            De lo perdido… lo que aparezca… o lo que parezca más viable y eso es la reforma política. Si del decálogo presidencial esta moción es la que parece más viable ello se debe, en buena medida, a que se agrega a una serie de propuestas que desde hace tiempo flotan, circulan y se debaten entre la opinión pública e incluso en el Congreso de la Unión y que en las últimas semanas ha cobrado mayor relevancia.

 

            A juzgar por el vago esbozo de reforma política trazado por el presidente Calderón parecería que el eventual proyecto apuntaría a dos objetivos centrales, que en mayor o menor medida son compartidos por diversas propuestas, actores y autores: fortalecer a la ciudadanía y superar la parálisis institucional. Bien, el problema de inicio es que el presidente Calderón no formuló alguna propuesta encaminada a superar la parálisis institucional, la iniciativa preferente para el Ejecutivo si acaso garantizaría que sus iniciativas evitaran la congeladora legislativa, pero poco o nada incentivaría la formación de mayorías, piedra de toque para superar la "parálisis", en torno a lo cual despuntan dos propuestas: cláusula de gobernabilidad o segunda vuelta.

 

            El tema de la reelección legislativa y de alcaldes es el que mayores comentarios ha merecido. Si bien se trata de una discusión que tiene una larga historia, a la propuesta se le han empezado a encontrar asegunes.

 

            Faltaba lo principal: el paquete de iniciativas y la apuesta política que honren la palabra presidencial y echen a andar el proceso legislativo. Sin embargo, al cuarto para las doce, justo el último día del periodo de sesiones ordinarias, el 15 de diciembre, el presidente de la República envió al Congreso un primer paquete de iniciativas en materia política. Nuevo decálogo que cumple uno de los compromisos anticipados en el discurso del 2 de septiembre del año pasado: la reforma de instituciones y mecanismos que nos permitan trasitar del "sufragio efectivo" a la "democracia efectiva".  

 

            El voto puede ser premio o castigo si los electores disponen de los medios suficientes y confiables para informarse acerca del desempeño de sus representantes y gobernantes, si la democracia cuenta con mecanismos de rendición de cuentas y transparencia, si la división de poderes es plena y los contrapesos son reales. Habría que empujar hacia esos terrenos el ánimo reformista que prevalece entre diversos actores.

 

            Hace tiempo que sabemos que sin demócratas la democracia, por muy eficiente que sea su diseño político, no funciona. Sin una clase política a la altura, la reelección de podría volver un premio a la mediocridad, a la eficacia de campañas publicitarias, al dispendio en gastos de comunicación… De igual manera, sin voluntad política para arribar a acuerdos, sin dar cabida al interés público, sin renunciar al cálculo político-electoral y al cortoplazo la reforma política podría naufragar.

 

eodiego@yahoo.com.mx

blog: eodiego blogspot

 

 




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