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Caso Chavarría

Zapata 21

· Dos colillas, una conspiración

Octavio Augusto Navarrete Gorjón

I

El atentado que costó la vida a Armando Chavarría fue producto de una conspiración. Todo indica que se contrató para esos efectos a profesionales, que usaron dos armas distintas en la posibilidad que alguna de ellas fallara. Así ocurrió; en la escena del crimen quedaron tres cascajos de cartuchos y un cartucho sin percutir de pistola escuadra nueve milímetros. Falló esa arma, el pistolero volvió a cerrojear, puso otro tiro en la recámara, pero ya no disparó. Él hizo los primeros disparos desde el lado del chofer; fueron sobre el abdomen y pecho del diputado; “los entumidores”, le llaman en la jerga de muerte de los sicarios. El hombre de la izquierda esperó que el cuerpo de la víctima se inclinara para vaciar todo el cargador de su escuadra 380 sobre el diputado Chavarría y darle el tiro de gracia cuando ya estaba muerto.

Chavarría no tuvo tiempo de tener miedo. Su rostro impasible, con un insolente orificio, que humilla y ofende a todo el género humano, estaba sereno. A pesar del ruido de los disparos, asumió su muerte sin terror y sin interrogantes. Sus ojos no estaban desorbitados y parecía que sólo dormía plácidamente. Tuvo dignidad aún en el tránsito mismo hacia otras realidades.

II

Fueron profesionales, dijo toda la gente. También lo dice un análisis mínimo; acertaron más del ochenta por ciento de los disparos. En el auto sólo se encontró una ojiva partida en dos y otra incrustada en alguna parte de la vestidura. Lo dice también la sangre fría con la que actuaron: no esperaban a Chavarría; de ser así el diputado se hubiera dado cuenta desde que salió y estacionó el carro; se acercaron trotando y simulando que hacían ejercicio. Por eso Chavarría se sentó cómodamente y sin prisa mientras ellos pasaban a su lado.

Por lo tanto, no iban fumando. El adicto fuma mucho cuando espera una noticia en un hospital, cuando vela a sus muertos o cuando se prolonga la jornada de una bella bohemia. Pero antes de asesinar, ningún pistolero fuma. La razón es elemental, sostienen el cigarro con la derecha, la mano que van a utilizar con las armas; el que cerrojeó la nueve milímetros tenía las dos manos ocupadas en ese momento. Una pistola .22 o una Súper pueden cerrojearse con la boca, pero la 9 mm. Es un arma que requiere bastante fuerza para subir el cartucho.

II

Toda investigación debe partir de hallazgos elementales. El hallazgo de las colillas es bueno, tanto como el de las huellas dactilares y de la palma de la mano; pero podrían conducir a un círculo vicioso. Los que cometieron el crimen sabían a quién estaban matando y no es de creerse que recargaran alguna mano (o los dedos) sobre el auto. Las huellas podrían ser de alguien que se recargó en el carro mientras estaba estacionado en la casa o en algún otro lugar.

Seis agentes del ministerio público federales y estatales trabajan afanosamente en la investigación de un caso que seguramente será aclarado. Es de esperarse que paralelamente a los datos que han dado a conocer, existan otros de mayor substancia que no se hacen públicos para no entorpecer las investigaciones.

Si los autores materiales simulaban hacer ejercicio, deben haberlo hecho con ropa deportiva, que debió comprarse en alguna tienda de Chilpancingo. Se supone que tomaron la decisión del lugar del atentado luego de investigar las rutinas del diputado Chavarría; por lo tanto, la compra debió hacerse tres o cuatro días antes del crimen. Es muy difícil encontrar ropa deportiva del mismo color, quien haya vendido los uniformes podrá recordar fácilmente una compra de esa naturaleza. Un dato así sería importante para corroborar la estatura de los tiradores; dato que seguramente ya se tiene por la trayectoria de las balas en el cuerpo y el auto de la víctima.

Ya han declarado nueve personas, dice el comunicado oficial, esperemos que esas personas tengan que ver con posibles móviles, con el paso de los sicarios antes del crimen y con su huida y por algunos lugares donde pudieron dejar huella.

III

El crimen de Chavarría Barrera se va a aclarar; tanto el gobierno federal como el estatal tienen interés de que ello ocurra y aplican en la persecución de los culpables personal, herramientas y apoyos técnicos del mayor nivel. Ayudará a ello el talante decidido del gobernador Torreblanca Galindo, que frente a una jauría que lo quiere linchar, asumió estar consciente del ambiente generado en la última semana y se negó a descalificar alguna línea de investigación; incluso aquellas que hablan de un crimen político.

Esa decisión política ayudará a que el personal humano, las sofisticadas herramientas que se están utilizando y el clamor de la sociedad por aclarar el homicidio, generen resultados creibles y vuelvan a instalar la certeza de que nos estamos alejando del tiempo de las cavernas.

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