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Del baúl de los recuerdos, (o cuando Gustavo Martínez se atrevía... Hoy ya no...)



Yo ciudadano
M. Añorve I
Gustavo Martínez Castellanos
Este sábado el nuevo alcalde de Acapulco cumplirá un mes de gobierno; aunque le bastó una semana para borrar todo vestigio del pasado perredista en nuestra ciudad.
Síndrome de Estocolmo
Sin embargo esa sensación de que la ciudad por fin respira a sus anchas y de que cada cosa rueda en su carril se debe a que pareciera que Acapulco ha perdonado al perredismo el secuestro en que la tuvo por nueve años y ahora pasara una luna de miel con sus rescatadores. No nos engañemos: antes que los perredistas sus plagiarios fueron los priístas. Por más de medio siglo. Los perredistas capitalizaron eso en un principio pero resultaron excesivamente incompetentes para entender a fondo su mecanismo y romperlo. Y darle una auténtica libertad a Acapulco. U otro largo encierro. O cuando menos conservarlo. En fin.
El ciudadano Añorve
De esa incompetencia hablaré en otra entrega; hoy, a un mes de que Añorve reasumiera el poder de una ciudad que dejó sumergida en las secuelas de Paulina resulta indispensable analizar la figura de este alcalde que desde antes de su reasunción pareció decir a los perredistas que él les iba a enseñar cómo se gobierna. No era para menos: Manuel Añorve ha sido secretario de Finanzas, alcalde sustituto, precandidato a gobernador, coordinador de bancada en el Congreso y guardián de la silla presidencial en la tormentosa toma de protesta de Calderón. Fue el primer alcalde que se atrevió a bucear en la bahía y a tener una visión de Acapulco como lo que es: una ciudad.
Talacha
Barrió calles y puso a la gente a barrer con él y, con una brocha, la noche previa, intentó terminar de pintar el resguardo de la banqueta para que el presidente llegara en la mañana a inaugurar el bulevar Papagayo, ese tramo de la costera ya sin el paso a desnivel. Después lo acompañaría junto a Aguirre en su gira por Costa Chica. Cómo olvidarlo.
La Ciudad y el puerto
Pero aún cando fue el primer alcalde que se atrevió a ver a Acapulco como ciudad nunca lo manifestó de esa manera. Apegado a la idea de una complejidad del evento urbano –debida a su estancia en el Distrito Federal y a sus fantásticos viajes por el mundo–comprendió que desde todas las perspectivas que se le quisiera ver Acapulco había dejado de ser "Acapulquito" o ese lugar al que los turistas vienen a buscar nativas esculturales en playas paradisíacas y burros ebrios en la Roqueta. El remanso bucólico había muerto, el monstruo urbano empezaba a dar visos de que si no se le tomaba como tal terminaría por colapsar; ahí está Paulina. Sin embargo, no puso remedio. No tuvo tiempo. O no quiso.
Sin hacer panchos
O no pudo. Se involucró en casi todo: desde los problemas del agua que había conocido de primadísima mano cuando dirigió la CAPAMA hasta los domésticos de los colonos y de los barrios, como hace su primo Ángel en sus dominios costachiquenses. ¿Fue esa memoria de largo plazo lo que le dio el triunfo en estas elecciones? Podría ser. Manuel tiene el carisma de las personas que parecen distraídamente sinceras y la suficiente cachaza para fingir serlo. Su postura ante los problemas es que siempre habrá un problema más grande. Por eso no se altera, no se enoja. Ríe, pero no se enoja. De hecho, como dijo Bulnes de Díaz, "en la manifestación de sus emociones es la esfinge". Manuel no se alteró ni cuando aquel general de Estado Mayor Presidencial quiso separarlo de la silla con el águila. Ni cuando perdió la candidatura a diputado federal ni cuando perdió la de candidato a gobernador. Ni cuando ganó la alcaldía. Ni cuando estuvo a punto de no ganarla.
Lo pasado, pasado
Ante un hombre que entiende el ejercicio del poder con esa impavidez, el colectivo imaginario reaccionó imponiéndole atributos sobrenaturales a través de un mote que extrañamente la prensa actual no recordó. Esa prensa también fingió olvidar otros tantos datos de su accidentada biografía política y algunos también memorables de su biografía personal. En el azoro ante la estupidez del pejerredismo recalcitrante, esa rabiosa prensa de antaño, hogaño inclinó la cerviz y en un paréntesis de mutis se sumó, engrosando las filas gratuitamente, a la campaña de Añore desde su silencio cómplice con cada cuarto u octavo de plana pagado con antelación con dinero de las arcas públicas: hoy son planas enteras.
Cuatro años
Pero de eso también hablaré en otra entregas, en ésta baste tomarlo como una referencia de que pareciera ser que Manuel Añorve regresó con los ímpetus y la suerte debidamente temperados para asumir el poder desde el primer minuto de 2009. Y hasta ahora lo ha ejercido con una autoridad sin límites pero con unas ansias impropias del verdadero don de mando. Como decimos en la costa: "¿qué le apura?" En el último medio siglo es el primer alcalde de Acapulco que tiene garantizados más de cuatro años de gobierno. Y parece ser que será el único.
Polvos de aquellos lodazales
Una respuesta podría ser que desde que concibió la idea de volver a gobernar Acapulco tomó las cosas con mucha energía positiva. Porque, por el pasado que lo condena como priísta -aún desde el silencio de la prensa maiceada-, tuvo que ser muy audaz para aventarse a un ruedo en el que aún resuenan los disparos de Aguas Blancas y el bramido de Paulina entre otros tantos hitos de la historia reciente de Guerrero que propiciaron que La Jornada y El Sur ganaran premios nacionales, reconocimientos internacionales y simpatías de ONG's extranjeras, a pasto. Por encima de eso y de algunas dudas históricas, Añorve tejió una red de alianzas que convencieron y vencieron. Una de ellas con el "traicionado" Fermín Alvarado Arroyo, último bastión "del figueroísmo de viejo cuño" (¿hay de otro?) y armó un discurso político que casi nos hermanó por lo cursi y amelcochado que era: "Por tiempos mejores". Como la canción de Yuri. Sí, la jarochita cristiana. Pero todo deprisa.
Las dudas
Esas prisas no son para abatir los inmensos rezagos que nos aquejan como ciudad y municipio, son eminentemente estratégicas: Añorve también es nuestro último alcalde que enfrentará una elección federal en su gestión –y al principio-, después de él todos las enfrentarán al final. Debido a esas estrategias y a su hiperkinetia resulta imperativo preguntar ¿cuánto durará esa luna de miel con la ciudad –o con la idea que tenga de ella-, con los medios de comunicación, con el electorado y con la memoria colectiva antes de que el entusiasmo empiece a resquebrajarse y la ciudad despierte?
Más dudas
No lo sabemos. Al citar que como ciudad padecemos el Síndrome de Estocolmo es importante focalizar al secuestrador y asentar que estamos colaborando; aunque nunca sepamos, para una ciudad como Acapulco, cuando pasará el Síndrome. Podría ser a partir de que empecemos a establecer parámetros verdaderos: ¿En realidad decidimos mejorar? o sólo desempeorar. ¿Queremos un Acapulco de diez, cuando el parámetro es de cien? o sólo un Acapulco que funcione. ¿Hay tiempos mejores? Espero podamos hablar de todo eso en las próximas entregas. Nos leemos en la crónica. gustavomcastellanos@gmail.com


091002 Yo, ciudadano
M. Añorve II
Gustavo Martínez Castellanos

Lecturas
El slogan Tiempos Mejores deja al descubierto la intención propagandística de su creador y usuario: los tiempos anteriores fueron buenos y, de la misma manera que el slogan de la campaña para gobernador Por un Guerrero mejor, nos dice que antes de ellos las cosas también estaba bien. Este positivismo exacerbado no sólo vende la idea de que cualquier cosa que haga el gobernante en turno es buena sino que, de facto, otorga un perdón al antecesor por cualquier delito que haya cometido. Zeferino no enjuició a los priístas que le entregaron el poder, ni en el 99 ni en el 2005. Manuel devuelve el favor: no hay delitos, ni demandas, ni siquiera un tenue reclamo a ese perredismo que dejó echa un desastre la ciudad. Todos somos amigos. Continuidad y olvido.
La aportación del "Joaco"
El ejercicio de gobernar, entonces, genera una estructura de impunidad: "No juzgué; no me juzguen". Yo antepondría: "No me juzgaron, ergo", ad nauseam. La cultura de la rendición de cuentas nunca fue una meta de los nuevos gobiernos. Y el triunfo electoral de Añorve constata con Sabina que "también el olvido se equivoca". La alternancia no era un sueño, era una realidad factible para la clase política siempre y cuando modificara sus estructuras de repartición de poder y reajustara las reglas del juego: "Hoy te toca a ti, mañana a mi". Lo vemos diario en las páginas de El Sur: la imagen de Añorve sustituyó a la de Félix: los mismos escenarios y los mismos pies de foto; así hoy nos enteramos que con Añorve no "decidimos mejorar" sino que ni siquiera decidimos desempeorar. Sólo nos sacudimos del perredismo pero no de las mañas ni de las trampas de la clase política.
¿Recta o círculo numérico?
Tal  vez ése sea nuestro problema menor. Mientras el gobernador y Añorve pregonan que con ellos mejoramos nuestros rezagos crecen. Cuando Zeferino accedía al poder en Acapulco en 1999 éramos un millón doscientos mil habitantes y la recaudación anual de impuestos era de quinientos millones de pesos. Cuando se fue en el 2002 era de mil millones. Con López Rosas subió a mil cuatrocientos. Al final de su trieno de risa Félix reportó esa misma recaudación. Pero la ciudad se había duplicado en número de habitantes y en su mancha urbana. Con Félix no sólo "se detuvo" el "crecimiento" económico sino que retrocedió. Visto en términos políticos dicho retroceso produce catarsis pues al final del viaje nos encontramos con el rostro anodino del PRI. Sí, otra vez.
"La década perdida"
He bautizado a esa etapa con el nombre de La década perdida. Inició con el interinato de Castilleja y terminó con el trienio de Félix. El saldo de aquella "democracia" fue el retroceso. Para quien considere que exagero que pregunte quién administra CAPAMA, a cuanto ascendió su deuda y por qué hay medio siglo de estancamiento en el suministro de agua en la ciudad, en el tratamiento de aguas residuales y en  la red de alcantarillado y agua potable. Medio siglo que no se resarcirá en este cuatrienio ni en los siguientes pues tiende a la privatización o el colapso. Hacia allá nos ha empujado este periodo. Obsérvese el subsuelo de Cinco de Mayo y Mina, cuánto tiempo pasan las colonias populares sin agua y cuáles son las condiciones para ampliar la red a nuevos asentamientos. La contaminación de la bahía es secreto a voces y los índices de turismo se desploman. Y Añorve anda "solucionando" todo eso con pipas. Vender o colapsar. El dilema.
Otros parámetros
Hay un dato que debe llamar poderosamente nuestra atención. Mencioné que Añorve se había aventado al ruedo cuando aún bramaban Paulina y se escuchaban los tiros de Aguas Blancas. Independientemente de las secuelas que como ciudad aún sufrimos de esos dos acontecimientos debemos ver sus "causas". Con Paulina la causa fue que oficialmente "llovió más de la cuenta" y en el caso de Aguas Blancas porque "los campesinos salieron disparando sus machetes". El asunto es que los gobiernos priístas no tuvieron la culpa. Fue "la naturaleza": temporada de lluvias (en octubre) y campesinos que "guerra querían".
Todos sabemos que antes y después de esos sucesos hubo una actitud gubernamental: dejar crecer el problema y encubrir a los responsables. En el caso de Paulina Tenorio pagó los platos rotos. En el caso Aguas Blancas, Figueroa cedió su parte. Pero en ninguno de los dos casos se investigó a fondo para subsanar esos errores ya históricos; antes, durante y después, hubo encubrimiento. Las soluciones -si se les puede llamar así- fueron políticas, no legales. Menos aún jurídicas. Nadie sabe nadie supo.
La sangre derramada
Manuel se estrenó como alcalde de la misma manera: en la segunda semana de enero un par de policías dieron muerte a un ciudadano acapulqueño. La primera reacción de la corporación fue  encubrir a los culpables, guardar silencio. Ocultar todos los datos posibles. Fingir que nada había pasado. La familia presionó públicamente para saber el nombre de los policías asesinos y exigió justicia. Irónico: ciudadanos pidiendo justicia contra sus policías ante un gobierno que las encubre. Saldo: ahí está, otra vez el rostro del PRI.
Lo peor es que la praxis de los cuerpos policíacos se ha vuelto macabra: el domingo primero de febrero un sujeto detuvo a un joven de 22 años en la entrada de la Facultad de Turismo de la UAG y le metió una ojiva de 9 mm en el cráneo. Hasta ahora nadie sabe quién fue el asesino. El occiso se desangró durante una hora, la banqueta de la institución quedó marcada por un espectacular charco de sangre que nadie ha limpiado. Continúa ahí. Tanto estudiantes como transeúntes pasan sobre él como si no se tratara de un despojo humano. Como en la Uganda de Idi Amín. Mientras los rumores sobre secuestros de niños y cadáveres sin órganos crecen en la ciudad. ¿"Decidimos mejorar"?
Oídos sordos y panis et circenses
El problema es abismal. Hable al 066 y pida ayuda. Responderán: "Perdone, sólo tenemos una patrulla, la enviaremos cuando se desocupe". Para el área comprendida entre el Fovisste y la Cima esa es la vigilancia. La "seguridad". El anterior alcalde cantaba y bailaba; ponía bafles en los lugares más concurridos y hacía a cantar a todo mundo. El actual pone los mismos bafles y pone a cantar a grupos musicales mientras él baila -muy mal, por cierto-. Algunos nos preguntamos ¿cuándo empezará a hablar como retardado mental, a fotografiarse colgado de cabeza, a mostrar la panza como el anterior? Al tiempo.
Madurez
Todos sabemos que Añorve no hará más después de que sus antecesores denigraron tanto la figura presidencial y al gobierno. En la recta numérica eso pone a su "Acapulco de 10", en -90. Primero debe alcanzar el 0 y de ahí remontar con un auténtico crecimiento y un desarrollo dignos. No lo hará si no le exigimos congruencia y si no salimos del síndrome de Estocolmo; continuará con su circo hasta las próximas elecciones. Dije que el PRI fue un "regreso a los orígenes" en efecto, pero nada nos impide que hagamos ese regreso con madurez.  Nos leemos en la crónica  gustavomcastellanos@gmail.com
Felicidades  Berthy, por tu exposición en la Biblioteca Alfonso G. Alarcón.



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