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Hontanar
 Raúl Pérez García

 Decaer es ir a menos, perder alguna parte de sus condiciones o propiedades que constituían nuestra  fuerza, bondad, importancia o valor, y aunque nos duela el alma, tenemos que aceptar que desde hace muchos años Acapulco está en decadencia, como ciudad y como centro turístico.
   No necesitamos los acapulqueños que nos lo recuerden los extranjeros cada vez que vamos a otros países a promover nuestras playas. La pérdida de la importancia y el valor de nuestra Ciudad y Puerto la soportamos con la resignación de aquél que le canta a la llorona: "ayer maravilla fui y ahora ni sombra soy"
   Impotentes ante la realidad cuando no sabemos o no queremos detener la caída de Acapulco, actuamos como entes atávicos, tendientes a imitar o a mantener formas promocionales arcaicas, fundamentadas éstas en la mentira: ofrecen un puerto turístico en la plenitud de la seguridad pública, calles y playas limpias y etcétera, cuando aquí y allá cuantificamos los robos, asaltos y los asesinatos que se cometen cotidianamente; observamos los vendedores en playas y calles; sufrimos los locales y conocen los turistas potenciales de la impunidad de un transporte público que es ya una amenaza para la sociedad: los choferes llamados urbaneros asesinan con imprudencia temeraria a los transeúntes, y los taxistas roban a propios y extraños con sus tarifas arbitrarias.
   No es el Acapulco que queremos, anhelamos el Acapulco que maravilló al mundo en los años de esplendor, y rechazamos la recuperación mentirosa, que no engaña a nadie que no sea un bobo o un fanático de la acción política de nuestros gobernantes.
  En la decadencia de Acapulco se llegó a los extremos: ayer al medio día una señora ya entrada en años, enajenada, que perdió la razón de una manera permanente o transitoria, se desnudó totalmente en la Plaza Álvarez practicando la masturbación frente a un público indiferente.
  Sí indiferente, porque ya hemos perdido la capacidad de asombro, y asumimos con resignación el grave deterioro social  en que los malos gobiernos locales provocaron (y siguen provocando) con su acedia gubernamental, pues son perezosos en la realidad, y activos en sus fantasías.
   Y  la Plaza Álvarez,  el corazón de Acapulco, es asiento de orates, drogadictos y pederastas, sin que el gobierno municipal los envíe a un centro de recuperación, si es que los tiene, o si no los hay, que los construya, ¿pues cómo podemos promocionar a Acapulco en el extranjero si los enajenados pululan en el corazón de la ciudad como zombis?
   Manuel Añorve Baños, el alcalde de Acapulco, forma parte de los gobernantes y funcionarios públicos guerrerenses que asisten a la Feria Internacional de Turismo que se celebra en España.
   Ayer "revisé" por el internet la prensa española, y me encontré esta perla en La Voz Digital de Cádiz:
   "Chiclana y su alcalde, José María Román, eran ayer la viva imagen de la felicidad. La crisis ha pasado de puntillas y no ha impedido que sus lujosos hoteles hayan experimentado de nuevo un año de bonanzas. En su caso, más que turismo nacional, las camas chiclaneras se han abierto para los viajeros alemanes. Sea cual fuera la procedencia de sus turistas, los números le salen a esta localidad gaditana que vivió una jornada inaugural de Fitur muy completa y emotiva. La delegación chiclanera recibió a una expedición procedente de la ciudad mexicana de Acapulco, un destino en decadencia que pretende hermanarse con Chiclana y aprender de las nuevas formas de turismo para recuperar el brillo perdido de este paraíso transoceánico".
    ¿Chiclana?
    Su toponimia (Chiclana de la Frontera) nada tiene que ver con chiclán o ciclán (que tiene un solo testículo), o al menos eso creo yo.
   Se ubica en la Provincia de Cádiz, en Andalucía. Forma parte de la llamada Comarca de la Bahía de Cádiz y presumen sus gobernantes de ser "un importante núcleo turístico de la Costa de la Luz".
   Con 70 mil habitantes, no deja de ser un modesto centro turístico, nada comparable con el decadente pero naturalmente bello  Acapulco. Sus playas son feas, y su atractivo principal es su clima, con un invierno templado que atrae a los turistas que huyen del frío. Está hermanado con las siguientes ciudades, nada de otro mundo, igual de modestas que Chiclana: Chiclana de Segura (Jaén), Úbeda (Jaén), Astillero (Cantabria) y Biziers  (Francia), y se mofan de Acapulco, un destino en decadencia que pretende hermanarse con Chiclana y aprender nuevas formas de turismo para recuperar el brillo perdido.
    ¿Hasta dónde hemos llegado, o hasta dónde nos han llevado nuestros gobernantes? Solicitar hermanarse con un centro turístico de tercer nivel, que nos considera poca cosa, cuando deben los "promotores de Acapulco" dedicarse a solucionar la problemática citadina y porteña, que si lo logran, ya podrán ir a promover un nuevo Acapulco, tan esplendoroso como el Acapulco que la acidia irresponsable de sus gobernantes lanzó al tobogán. (hontanar46@hotmail.com)



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