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Independencia y Revolución: una propuesta de debate

- Por Javier Corral Jurado, publicado en Diario de Chihuahua .

Está próximo a iniciarse el segundo periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. Será el tiempo propicio para desahogar las reformas necesarias, no sólo porque aún estará lejos la cita electoral del 2012, sino porque se desarrollará en medio de las celebraciones centenarias que nos trae el 2010, y ello abre la oportunidad para darle una dimensión reformadora a los festejos.

Pero, a 200 años de la Independencia, 100 años de la Revolución, surge ineludible la pregunta: ¿Qué celebraremos exactamente?. ¿Cuál es la significación para la Nación mexicana de estos dos movimientos sociales revolucionarios?. ¿Qué dimensión daremos a las celebraciones?. ¿Es posible que en la recordación y bajo las actuales condiciones políticas y económicas se engendré un nuevo estallido social?.

Los historiadores tendrán la magnífica oportunidad de ayudarnos a una comprensión más humana, racional y precisa de nuestra historia nacional. Lo que sólo con la distancia que da el tiempo se puede realizar, sin el apasionamiento de los bandos en activo, sin el mesianismo con que hemos esperado al líder político de cada época, sin los mitos y las leyendas que hemos creado en torno de actores políticos y sociales tan simples y trascendentes a la vez, que al endiosarlos los hemos sacado de su contexto y se nos ha negado la enseñanza esencial: el hombre es él y su circunstancia.

Una buena desmitificación de la historia, quizá una humanización del santoral patriótico y de sus reales aportaciones es lo que se necesita para evaluar de mejor manera lo que estaremos celebrando. No sólo sacar a nuestros héroes del sentido casi religioso en que la historia los ha colocado, sino en un sentido también de rectificación. Muchas batallas y gestas, ni fueron todo lo victoriosas que se dice, ni fueron del todo épicas, y en esa magnificación se ha dejado de observar a las contrapartes, a los derrotados y los vencidos. Ni siquiera se reconoce que a los grandes liberales del siglo antepasado, les enfrentaron grandes conservadores, y por ello, el debate fue nutrido y duradero.

Cuando hablo de rectificación pienso sí, en las imprecisiones de lugares y fechas, hasta del mismísimo grito de Dolores que no aconteció como los niños tienen décadas aprendiendo en la escuela, pero también de las rutas falsas que tomamos frente a los demás pueblos y no sólo frente a sus gobiernos, me pregunto por el fundamentalismo nacionalista que nos llevó a dogma el deber histórico y patriótico de separarnos y diferenciarnos primero de Europa, luego de los Estados Unidos. Los nacionalismos no tienen piedad frente a la tragedia de otros pueblos.

Chihuahua puede aportar mucho a esa rectificación y precisión histórica, porque tenemos mentes ilustradas, y vocaciones acuciosas en la investigación y precisión histórica. Estas páginas de los Diarios se nutren permanentemente de una de sus mentes estructuradas en el análisis histórico, me refiero a Víctor Orozco.

Una primera y urgente forma de celebración es pues, ésta de evaluar objetivamente nuestro paso por la historia: reconocer avances, logros, pero también retardos y letargos en muchas de las instituciones que para la modernidad pensaron los independentistas y luego los revolucionarios del siglo pasado.

Luego creo que ha de venir una segunda forma de celebración, una especie de ajuste de cuentas políticas, literalmente de saldos y deudas históricas con los postulados de las dos revoluciones centenarias, una revisión de conceptos, instituciones y distribución de competencias que a la luz del desarrollo político, social y económico ya no libran la batalla del tiempo. Pongo como ejemplo dos muy simples: la Auditoría Superior de la Federación es quizá la más antigua de las instituciones actuales proveniente de la Constitución de 1824, ¿por qué no hacerla órgano autónomo independiente como originalmente se proponía?. El gran ente fiscalizador del ejercicio de la hacienda pública. O ¿Por qué no revisar la vigencia de la No-reelección en un sistema plural como el actual?, si en materia legislativa con todo y que el postulado principal de la Revolución era éste aunado al sufragio efectivo, se mantuvo hasta mediados de la década de los treinta.

Sobre todo la política, debiera empeñarse por realizar un análisis objetivo, crítico y constructivo a la vez de nuestro pasado histórico y su legado a nuestros días, una evaluación sincera de qué Nación somos, qué nos falta para ser auténtica República, qué tipo de democracia tenemos y cuál realmente queremos, qué debiéramos hacer para lograr que el sistema político sea representativo del pueblo soberano, que titularon las Constituciones de 1824 y la de 1917.

El Presidente de la República ha insistido en que el 2010 será el año del cambio. Lo dice con algarabía. En principio puede resultar hasta grotesco que él anuncie, tras nueve años de gobiernos del PAN, que ha llegado la hora de acometer las grandes transformaciones que el país necesita, ahora que menos posibilidades tenemos en el Congreso federal, sobre todo por la nueva mayoría que gobierna la Cámara de Diputados en manos de la coalición conformada por el PRI y la Tele-bancada del Partido Verde. Pero es indiscutible que ese impulso presidencial a un determinado paquete de reformas puede ser un gran punto de partida, si en efecto, está dispuesto a dialogar e ir convenciendo a los legisladores. Recorrer el país, explicando el detonante de cambios mayores que significarían esas modificaciones constitucionales.

Si la iniciativa de reforma política del Presidente Calderón fuera sólo una estrategia mediática, para la elaboración de un discurso político electoral, como han señalado los detractores de las reformas, puede funcionar relativamente para esos efectos y colocar la resistencia priísta como uno de los temas de la campaña presidencial y como uno de los factores importantes en la decisión de un buen número de electores. Pero ello no sería suficiente y menos definitivo, para asegurar un reposicionamiento de Acción Nacional entre los electores, y sin embargo, se perdería la oportunidad histórica de impulsar y lograr avances en el rediseño constitucional del sistema político del país. Y esto último quizá diera rendimientos electorales a todos los concurrentes de distinta manera.

Pienso que el Presidente de la República apunta a esos cambios, porque sabe que el año de los centenarios pueden llegar a poner a pensar en serio a los líderes políticos más interesados - y conscientes de las consecuencias -, de la historia que del poder. Representaría regresarle en parte a la política su única ambición legítima: la trascendencia.

De hecho la iniciativa del Presidente de la República para modificar varios artículos de la Constitución en los que propone la reelección consecutiva de legisladores, la iniciativa ciudadana, las candidaturas independientes, el referéndum en materia constitucional, así como la segunda vuelta electoral, entre otras importantes cuestiones, propone iniciar un debate sobre cómo fortalecer las instituciones de gobierno "que nos ha legado nuestra historia, sin renunciar a ellas en aras de experimentos inciertos".

"En el debate doctrinario contemporáneo, la discusión sobre la viabilidad de los regímenes presidenciales se centra en la evaluación de la capacidad de cooperación y diálogo constructivos entre los poderes ejecutivos y los congresos de cada país. ¿cómo robustecer la capacidad del congreso para generar la legislación que nuestro país demanda, y para ejercer responsablemente su función de control sobre el Ejecutivo. ¿cómo construir hoy, con nuestra realidad, con nuestras fuerzas políticas, los puentes de entendimiento que garanticen a los ciudadanos el buen gobierno que exigen?".

La Constitución del 17 - herencia concreta de lo que se conoce como revolución mexicana -, no previó muchos temas del México de hoy, como la manera de resolver los temas de gobiernos divididos. Pero además, el momento actual se agrava por la ausencia de una cultura política que dé soporte a las instituciones.

La novedad de los gobiernos divididos no le ha generado reglas de actuación que permitan antecedentes que sirvan de referente entre los actores políticos. La actitud de los ciudadanos podría inyectar vitalidad a la convivencia política. Promover condiciones que alienten y favorezcan una participación ciudadana responsable daría lugar a un gobierno de y para los ciudadanos. Así visualizo la reelección de legisladores, la iniciativa ciudadana, la segunda vuelta y las candidaturas independientes. Todos mecanismos que restituyen la efectividad del sufragio, que no sólo se basa en el respeto al voto, sino en poder participar de mejor manera los ciudadanos directamente.

Pero una especie de rémora histórica sigue viendo a la reelección como mecanismo que asegura la necesaria rotación política, como si aún viviéramos dentro del régimen de partido único con el que el PRI, su padre el PRM y su abuelo el PNR, desvirtuaron el principal anhelo del caudillo civilizado de la revolución mexicana que fue Francisco I. Madero.

Una nueva Constitución sería una celebración de lujo. O por lo menos una reforma integral, que asegure mayor eficacia en el régimen político, sin cambiar los ejes esenciales de la división de poderes y el principio federalista. Propuse en mi anterior artículo sobre la reforma política de Calderón, instaurar un sistema semi-presidencial o semi- parlamentario. Dije que en los regímenes parlamentarios la responsabilidad de formar gobierno recae en la mayoría parlamentaria, una sola elección basta para crear congruencia política entre parlamento y gabinete. Ahora agrego, a petición expresa del porqué, que me ha formulado un amable lector: la diferencia principal entre un gobierno de tipo parlamentario y otro presidencial es que en el primero ningún actor tiene la capacidad de bloquear decisiones en forma permanente: ni el ejecutivo puede vetar decisiones del parlamento ni este último oponerse a piezas claves de legislación propuestas por el gobierno.

Dadas estas características, un régimen parlamentario multipartidista tiene la capacidad de maximizar el pluralismo representativo sin por ello sacrificar efectividad en la toma de decisiones colectivas. Giovanni Sartori ha sugerido que el mejor modelo político para México es el sistema semi - presidencialista, de tipo Francés, donde existe tanto la figura del presidente, como la de primer ministro. Diego Valadés, docto jurista y dilecto amigo, ha formulado de manera muy completa su propuesta de gobierno de gabinete y jefe de gabinete.

Ninguno de estos cambios requiere un cambio formal de régimen, sino un replanteamiento de los pesos y contrapesos que rigen el presidencialismo. Se trata entonces de evitar el interminable proceso de vetos mutuos para incentivar la integración y la cooperación.

Finalmente, se trata de ideas para nuestras celebraciones centenarias, una propuesta de debate que de sentido a la recordación histórica. Que sirva la historia - como gustaba de llamarla Guillermo Prieto Luján - legado común de los mexicanos, con sus claro obscuros, con sus bajos relieves, con sus luminosidades, como lección permanente frente a la que debemos extraer la conciencia de lo que debemos hacer y de lo que debemos evitar. Pensar sólo en placas, estatuas y monumentos, empobrecería la celebración, y también a los mexicanos.

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