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Izquierda guerrerense, presumir la transición

Zapata 21


Octavio Augusto Navarrete Gorjón

 

                                       I

 

   Se acerca la hora de la verdad para el PRD guerrerense.  Ya hay fecha precisa para la elección de gobernador y en nueve meses deberá tener candidato.  Por fin se han dado cuenta que necesitan vender el camello y tienen que definir con mayor profundidad su relación con el gobernador.   Sobre el tema comienza a haber pronunciamientos que van más allá de lo que ha sido la política de izquierda frente al gobierno de Zeferino Torreblanca.  En un artículo ilustrativo en más de un sentido, Carlos Toledo Manzur plantea que:

   "En las próximas elecciones para gobernador, el PRD y la izquierda tienen dos retos fundamentales.  El primero de ellos es ganar la elección y conservar la gubernatura, y el segundo es la construcción de un proyecto de izquierda para el estado y su traducción en políticas públicas que permitan el ejercicio de un gobierno realmente de cambio" (La Jornada Guerrero, 17/01/2010)

 

  En este artículo se propone el concepto de transición con mucha fuerza; pero hay que definirlo, acotarlo y reivindicarlo.  Lo haremos más adelante.

 

  En otro artículo que vale la pena, Marcos Matías Alonso afirma que:

    "El PRI resultó ser el beneficiario de un PRD que se devora a sí mismo y de un PAN que traiciona sus principios.  El PRI se favoreció del voto ciudadano (…) porque ni el PAN ni el PRD le ofrecieron alternativas de solución a los problemas emergentes de la nación.  (…)  En Guerrero estamos a tiempo de impedir la regresión política.  Se requieren esfuerzos extraordinarios para desmantelar el escenario priísta y su triunfalismo anticipado.  Es urgente parar las hostilidades y establecer alianzas de unidad estratégica más, más allá de los esquemas tradicionales."  (El Sur 19/I/2010))

 

  Esas afirmaciones merecieron la amenaza anónima contra su autor.  Lo importante, más allá de las coincidencias o divergencias que pueda tener, es que la izquierda está produciendo buenos materiales de análisis.  Cuando se aleja del corto plazo y se aventura en las profundidades de los conceptos (altura de miras, le llama Toledo Manzur) esta fuerza es capaz de realizar análisis muy bien fundamentados y de alejarse de la denuncia y la proclama permanente, que por cotidiana deriva casi siempre en demagogia.  Hay razones para el optimismo; mientras en la izquierda se debate, en el PRI se intenta cooptar y se amaga.  Mientras en el PRI le apuestan al olvido, la izquierda se está dando cuenta que pueden ganar; por eso le apuesta a la memoria. 

 

                                              II

   Jesús Ortega propone caminar juntos; "presumir a Zeferino Torreblanca y evitar que regresen los caciques".  Después de ese par de frases se produjo una andanada de expresiones que reflejan la historia de las relaciones de Zeferino Torreblanca con su partido y con todas las fuerzas políticas de la entidad.  Por ejemplo, el diputado Héctor Vicario dice que la intención expresada por Ortega merece una denuncia en la Fepade.

   La relación del gobernador con su partido ha sido muy difícil.  En sus tiempos de alcalde acapulqueño tuvo una serie de desencuentros con la dirigencia estatal y municipal del PRD, que siempre lo acusaron de haberlos marginado de puestos importantes en el gabinete.

   En efecto, la política de Torreblanca fue la de impedir una relación orgánica entre el gobierno municipal y el partido que lo llevó al poder.  Aunque las corrientes y dirigentes formales del PRD criticaron esa sana distancia, los ciudadanos valoraron positivamente la gestión de Torreblanca, al grado de que su partido ganó las siete diputaciones en la elección siguiente y luego, por supuesto, la gubernatura.

  Ya como gobernador, ha habido otros temas coyunturales que contribuyeron a complicar aún más el distanciamiento.  Algunos de esos temas son la guerrilla, y, más recientemente, en forma dramática, el asesinato de Armando Chavarría.

   Siendo reales las divergencias entre el gobernador y su partido, se han magnificado por la existencia de una prensa antizeferinista militante y de izquierda.  En Michoacán, por poner un ejemplo, seguramente existen divergencias entre el gobernador perredista y su partido, pero éstas no llegan a los medios y cuando llegan se procesan de una forma que no se confronta la institución con el mandatario.  ¿Qué hubiera ocurrido en Guerrero, si, como en el caso de Michoacán, se descubriera que un hermano del gobernador tiene nexos con el crimen organizado?.  Tal vez en Michoacán, como en cualquier parte, exista alguien que declare que tal crimen es político y que no se aceptará ningún resultado distinto en las investigaciones.  Pero en Michoacán no encontrarán un diario que le otorgue las ocho columnas a ese prejuicio, que es una verdadera barbaridad.  ¿Qué es eso de exigir justicia y al mismo tiempo tener a los culpables?

 

                                       III

 

Una evaluación del gobierno de Zeferino Torreblanca siempre será subjetiva y pesarán en ella las motivaciones, los aciertos y los agravios reales o supuestos que el evaluador perciba.  Lo esencial de esta caracterización, sin embargo, debe partir de la obra pública y del posicionamiento político implícito y explícito del gobernador.

   La política del PRD frente al gobierno estatal ha hecho énfasis en las declaraciones del mandatario.  Casi nunca se ha tocado la obra material o los avances institucionales de su política de gobierno.

   Entre muchos otros, escojo tres temas que me parecen representativos del estilo de gobernar de Zeferino Torreblanca.  El de la deuda pública, el de acuacultura y el del rescate de los vestigios arquitectónicos de las culturas originarias.

 

La deuda pública se entregará casi igual que como se recibió.  Sólo habrá una merma de 100 millones de pesos, pero con un peso relativo menor; de representar el 57 por ciento de las participaciones federales, la deuda pasará a ser menos del 20 por ciento de dichas participaciones.   Además, la deuda pública es nueva y está contratada a plazos mayores y en mejores términos que la deuda anterior.  Si la crisis no hubiera sido tan cruda en los últimos treinta meses,  Zeferino Torreblanca estaría entregando un gobierno sin deuda pública; pero por las contingencias tendrá que solicitar préstamos casi del mismo monto de los que pagó.  De cualquier forma, ahora es deuda de muy largo plazo, en mejores condiciones y con un peso relativo bastante menor que la anterior.  Algo que puede ayudar a justipreciar el impacto de la deuda guerrerense es el dato de que el gobierno estatal tendrá al final del sexenio un déficit de 1500 millones de pesos, mientras que el nuevo gobierno acapulqueño tiene, en solo un año, un déficit de 650 millones; con un agravante: la deuda estatal sustituyó deuda vieja; en sentido estricto no es un déficit si tomamos en cuenta los pasivos liquidados y si asumimos la contratación de empréstitos como una contraprestación para cuadrar las cuentas.  En el caso acapulqueño, todo el déficit es nuevo.

   Pero lo más importante del tema de la deuda pública guerrerense es que por primera vez se tiene una política al respecto; en ella están perfectamente claros los motivos para contratarla.  Tener una política institucional de deuda pública es un gran avance en materia económica.

   Siempre que escribo sobre la deuda guerrerense doy un dato que me parece trascendente y de justicia: el enorme esfuerzo realizado por René Juárez para mantener bajo control un problema que recibió en total desorden.  El gobernador Juárez Cisneros recibió una deuda que crecía día con día porque estaba indexada a Udis.  Cuando se equiparó, la Udi costaba un peso, cuando la recibió costaba 1.7 pesos.  El gobierno de René Juárez pagó sesenta millones de pesos mensuales tan solo de intereses (¡Dos millones diarios!).  Con esos recursos, se hubiera podido construir una escuela primaria cada día.  Sólo para resaltar lo duro de ese sacrificio, diremos que Zeferino Torreblanca comenzó pagando mensualmente un poco más de treinta millones y terminará pagando unos 23 millones mensuales al cerrar su mandato (menos de 900 mil al día).

   René Juárez recontrató gran parte de la deuda y después la "bursatilizó" (qué verbo, cosas del neoliberalismo); la recibió en el límite del control, cuando representaba el 97 por ciento de las participaciones federales y la entregó en 57 por ciento.  Zeferino Torreblanca la entregará en menos del 20 por ciento de dichas participaciones.  Aunque lo más prudente es seguir disminuyendo poco a poco el peso relativo de la deuda, para liquidarla en un plazo muy largo (digamos de veinte años) el siguiente gobernador, si así lo quisiera, no tiene pretextos para pagar toda la deuda sin problemas.  Se habrá completado así una joya de manejo político institucional y continuidad en las responsabilidades financieras.

   En el tema de la acuacultura, el apoyo a los pescadores y cooperativas potenció la actividad, al grado de ser ya el segundo lugar nacional en la producción y cultivo de varias especies (como el bagre).  Nuestros pescadores son pioneros en prácticas nuevas como el cultivo en jaulas en mares y lagunas,  con lo que producen especies en su entorno y ahorran significativamente en su alimentación.  Aquí hubo un cuello de botella hace dos años: los frigoríficos fueron insuficientes para captar toda la producción, de tal suerte que varios receptores de la producción pesquera tuvieron que ser apoyados por el gobierno estatal. 

   Algunos de esos productores me han comentado que, siendo priístas, ningún gobierno los había apoyado tanto y para recibir esos apoyos no tuvieron que meterse a campañas políticas con ningún partido o candidato.  Se ha despolitizado la producción pesquera y eso es lo que está en el fondo de la enorme respuesta del sector a los estímulos gubernamentales.  Lo mismo ha ocurrido en otras ramas, como la engorda de ganado bovino y la porcicultura (que ya tiene su consejo estatal y que pronto concluirá los trabajos para integrar la cadena-producto). 

   Aquí se hace evidente uno de los reclamos al gobierno de Zeferino Torreblanca: "apoya a los priístas y no a los perredistas", dicen muchos militantes de izquierda.  En efecto, el gobierno ahora apoya a los que están en el sector y quienes controlaban la mayor parte de las ramas productivas eran priístas.  Este gobierno no inventa pescadores, ni ganaderos ni agricultores, tampoco le pregunta a la gente en qué partido milita para hacerla objeto de apoyos gubernamentales.  Lamentablemente hay una brecha histórica que se refleja en las listas de beneficiarios. 

   (Permítame el lector una larga digresión.  Cuando ganó la gubernatura, el PRD le propuso a Zeferino Torreblanca una especie de comisarios políticos (al viejo estilo estalinista).  Según aquel documento, debía haber un perredista en cada secretaría (una especie de ideólogo o intelectual orgánico; no sabemos, a veces es difícil saber lo que el PRD pretende); lo que debería haber hecho es un censo de productores que nunca han recibido un apoyo, ni federal ni estatal.  Lo mismo debió ocurrir en la alfabetización, donde era la izquierda y la sociedad civil la que debía lanzar una campaña permanente para llevar la luz de las letras a muchos guerrerenses que aún permanecen en la oscuridad.  Con su primer gobierno en Guerrero, la izquierda sólo se quedó firmando proclamas, intentando deslindes y cazando el tropiezo declarativo del gobernante; es decir, hicimos política en la superestructura, despreciamos la esencia: la base productiva y social, que, en muchos aspectos, como bien se ha documentado, sigue en manos de los mismos de siempre)

    No está por demás mencionar el gran esfuerzo realizado por la directora de Acuacultura, Sofía Rodríguez Mera.  Recibió el cargo cuando era el patito feo de la secretaría de Desarrollo Rural.  Le asignaban, igual que ahora, muy pocos recursos para su área; sin embargo, en lugar de hacer lo que hacen otras perredistas que tienen responsabilididades institucionales (ponerse a llorar porque el dinero era poco) se puso a trabajar intensamente para hacer que le rindieran los buenos frutos que obtuvo en su gestión.  Perredista de pura cepa, Rodríguez Mera conoce a todos los acuacultores guerrerenses, a los que nombra de uno en uno sin equivocarse, junto con la cooperativa a la que pertenecen.  Apunto esto amable lector (a) porque la dirección de acuacultura significó el regreso de Sofía Rodríguez a la vida.  Asumió el cargo después de un derrame cerebral y de varias operaciones que le dejaron medio cerebro envuelto en muchos metros de hilo metálico.  Esa cantidad de metal no la ha vuelto olvidadiza; es la única funcionaria que trata a Zeferino Torreblanca con respetuosa distancia institucional y al mismo tiempo con cercanía.  "Voy a dejar el micrófono – dijo en aquella reunión, después de presentar a todos los acuacultores que iban llegando – ya está aquí el COMPAÑERO gobernador del estado".

   Del rescate de vestigios arquitectónicos sólo diré que en Tehuacalco y Soledad de Maciel se invirtió más que todos los gobiernos priístas juntos en setenta años.  Se trata del rescate de dos centros ceremoniales que desde hace más de cuarenta años se habían descubierto, pero que hasta hoy hubo posibilidades de asignar recursos para su restauración.

 

                                       IV

 

   De un gobierno que está haciendo lo que nunca se hizo en prácticamente todos los temas estatales, es del que quieren deslindarse algunos que contribuyeron a entronizarlo.  El segundo reto que acertadamente plantea Toledo Manzur:  "Construir un proyecto auténticamente de izquierda y su traducción en políticas públicas que permitan el ejercicio de un gobierno realmente de cambio" ya está aventajado; para ello se tiene que partir de la obra de Zeferino Torreblanca.  Regresemos a Toledo Manzur y a la palabra transición.   Permítame el lector una larga cita.  Dice el autor:

   "Es incorrecta la posición de profundizar las diferencias con Zeferino, e incluso perseguir un deslinde del partido con el gobernador.  Lo más adecuado es considerar al actual gobierno estatal como UN GOBIERNO DE TRANSICIÓN entre el viejo régimen priísta de carácter caciquil, y la construcción de un proyecto alternativo auténticamente de izquierda.  Visto el proceso en esta perspectiva, es posible que se aprecie y valore la contribución que está haciendo el gobierno actual al proceso de transformación del estado, siempre y cuando se logre conformar la candidatura y se consiga el triunfo"

 

   El término "transición" es muy fértil como elemento de análisis; sin embargo, su marcada ambigüedad nos puede hacer caer en severas inconsistencias.  Es tan amplio, que da pie a que todo gobierno se reivindique de transición; porque de uno recibe la administración y a otro se la entrega.  Sin definir con precisión el perfil del gobierno y el paradigma al que aspira, puede concluirse (potenciando la ambigüedad y recordando a Perogrullo) que todos los gobiernos son de transición ¡Hacia la transición!.  Es preciso dejar claro hacia qué tipo de gobierno o hacia qué nuevo paradigma tiende un gobierno de transición.  Considerar, como lo hace el autor, al gobierno de Zeferino Torreblanca como uno de transición entre el viejo caciquismo y un proyecto de izquierda es, cuando menos, tramposo.  Para sostener esta tesis se requiere de un supuesto que Toledo Manzur apunta acertadamente al final del párrafo de referencia: "siempre y cuando se consiga el triunfo".

   Ese supuesto (consubstancial al planteamiento teórico) no se sostiene.  El de Zeferino Torreblanca no es un gobierno de transición hacia otro gobierno perredista.  Su labor en varios aspectos ha sido la de un estadista; no hizo puentes, ni clínicas, mi mercados, ni vigorizó ramas industriales "para que la gente vote por la izquierda".  Lo hizo para poner a Guerrero (¡Al fin!) en condiciones de emprender el despegue económico.  La obra de Zeferino Torreblanca trasciende el corto plazo y se ubica como el principio de profundos cambios estructurales en el estado. 

   No está por demás decir que tampoco en su paso por la alcaldía acapulqueña gobernó para que el PRD volviera a ganar la alcaldía y todas las diputaciones locales; eso fue resultado colateral de un proceso de cambio estructural que hasta la vez pervive.  La obra del gobernador constituye un conjunto de pasos necesarios para mantener las finanzas sanas, para dotar al estado de una infraestructura básica en salud, abasto, comercio y transporte.  Como ocurrió en Acapulco, cualquiera que llegue, del partido que sea, está obligado a mantener el paso y a acelerarlo en aquellos temas que efectivamente Torreblanca dejará pendientes.   

   El carácter "de transición" del gobierno zeferinista tiene que ver con bases objetivas, no con ocurrencias o posicionamientos políticos.  Por eso desde ahora el PAN lo reivindica; falta que, ante la infinita torpeza de algunos dirigentes de izquierda, sea el PRI el que termine reivindicando y cosechando el desbrozamiento político, económico y social  que ha hecho el actual gobierno.  Desbrozamiento que tiene que ver precisamente con quitarle el carácter clientelar a la obra y los apoyos que el gobierno otorga.  Quitarle el sello partidario a la gestión pública es veneno puro para el corporativismo; de esa manera, los partidos tradicionales no regresan y cuando lo hacen están obligados a seguir las nuevas reglas del juego (o a no seguirlas, y entonces todo el mundo ve la diferencia y no hay campaña publicitaria que oculte el mal manejo de la administración).

 

                                          V

 

   La izquierda guerrerense, en particular el PRD, tiene un problema grave.  Para ganar la gubernatura necesita de una amplia alianza con otras fuerzas.  Con su actitud frente a Zeferino Torreblanca ha minado al único político que pudo reunir en una sola intención la esperanza de los pobres y la confianza de los ricos.  No vemos de dónde podría sacar la izquierda en 2011 un candidato que gane la elección con trece puntos de ventaja.

   Soy de los que opinan que la izquierda puede retener el gobierno de Guerrero.  Utilizo la palabra "retener" con toda intencionalidad; porque un gobernante que invierte en el rescate de vestigios arquitectónicos de las culturas originarias en la forma en que lo hizo Zeferino Torreblanca, es un gobierno de izquierda; porque mantener vigentes las instituciones, disminuir en términos reales la deuda pública y aumentar los ingresos propios sin crear nuevos impuestos, son actos de izquierda, como lo es dinamizar la economía y sacar de la postración a ramas completas de la producción rural.

   Una política de deslinde es una que desprecia estos avances y a la base social que ha sido beneficiada con estas políticas públicas no clientelares.  La izquierda debería saber que no va a una elección de aparatos; para ganar necesita incorporar al mayor número de ciudadanos.  Al triunfo, esta alianza debe reflejarse en un gobierno plural.

   El PRD repitió en Acapulco porque hizo suya la obra del presidente Torreblanca.  Esa reivindicación se expresó en una frase afortunada, que fue el lema de campaña de su sucesor: "Para seguir avanzando".  Aunque el abanderado perredista era crítico del alcalde (contra quien quiso competir por la candidatura en 1999); Alberto López Rosas sabía que su mejor apoyo político era la obra municipal de Zeferino Torreblanca.

 

   Si la izquierda quiere repetir esa hazaña, es imprescindible rescatar la obra del gobernador y asumirla como propia.  Esta obra pública soporta perfectamente el contraste con los diez puntos programáticos y con el Plan Estatal de Desarrollo propuesto por la alianza Guerrero Será Mejor.  Es un grave error de la izquierda no matizar reclamos (algunos legítimos, otros no tanto) con la existencia de una obra que debería enorgullecerla.  Allí están los hospitales comunitarios de Cuajinicuilapa y Coyuca de Benítez, que en medio siglo no se habían construido.  Antes de llegar a Punta Maldonado están dos puentes nuevos que tardaron un año en construirse; junto a ellos están las ruinas de los que sustituyeron, que se habían construido en 1950.  Allí está el programa de construcción de mercados nuevos con un estilo de plaza comercial, que hará que los comerciantes de municipios medianos compitan con éxito con los modernos supermercados.  Está una política de deuda pública y una política de desarrollo rural que reactivó ramas fundamentales de la agricultura y están Tehuacalco y Soledad de Maciel, desde donde nos contempla el esplendor deslumbrante de una historia hasta hace poco sepultada.

   Quitar al PRI del poder formal en 2005 fue una bella forma de que los guerrerenses iniciaran el siglo XXI.  Es poco lo que se ha avanzado si nos atenemos a las expectativas.  Si tomamos en cuenta los saldos finales, dimos un paso de gigante.  Hay que evitar una restauración de derecha.

 

E-mail: correochuan@hotmail.com

 




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